Salmo 44:24 ¿Por qué escondes tu rostro,
Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?
Recientemente viajé a Londres para encontrarme con un viejo amigo. No nos habíamos visto en bastante tiempo. El ajetreo de nuestras vidas, el ritmo de trabajo hace que sea difícil reunirnos. Hay algunas amistades que son tan maravillosas que no importa cuánto tiempo haya pasado que puedas simplemente ponerte al día y empezar la conversación justo donde lo dejaste hace tantos meses.
Así es con Dios, su omnipresencia es tal que no hay ningún lugar donde podamos ir que Él no este ya allí. Y sin embargo, a veces Él se siente distante. Cuando la Escritura usa el término «rostro» para referirse a la presencia de Dios, no está dando a entender que Dios haya dejado de alguna manera la conversación. Acuérdate de este versículo de la presencia favorecida de Dios, «El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia y alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.» Hay algo acerca de ver la cara de un amigo y su sonrisa que hace el esfuerzo de reunirse valer la pena.
El ver la rostro de alguien es pedir una manera única y especial de relacionarse. Durante la Cuaresma algunos cristianos ayunan cosas. Pero, ¿porqué es la ausencia? La ausencia está diseñado para recordarnos de la presencia. A veces sentimos como si Dios estuviese muy lejos.
Habla con el Dios ausente de su ausencia. Eso es lo que este salmista está haciendo. Dile lo mucho que lo echo de menos. Habla con Él acerca de su silencio. No hay nada que derrita el corazón de un amigo cuando le habla de su ausencia sentida.
En ese madero de hace tantos años, Jesús habló de esta ausencia. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Su oración al Dios ausente por su ausencia tuvo el efecto más maravilloso: el rostro de Dios ahora está siempre vuelto hacia nosotros.