Sin Nombre, Sin Rostro

Ex. 1: 1 Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob

Lee Éxodo 1:1-22

Los nombres son muy útiles, definen objetos y personas. Nos dicen lo que son o lo que no son. Éxodo es el nombre griego para este libro. El título en hebreo de este libro es «Nombres». Quedar sin nombre es quedar desconocido.

Estos son los nombres …

Sifra, Fua, Jocabed, Miriam, Aarón, Moisés, el Faraón, Jetro, Séfora, y YHWH, Jehová. Uno a uno, el escritor de Éxodo nos introduce a cada personaje sucesivamente. En majestuosa forma se desarrolla el trama, personaje por personaje. Lo notable de todos estos nombres es que el faraón es el único nombre que no es personal. Más o menos se podría traducir como «rey» (literalmente «la casa grande»). No es más que su título; no tenemos ni idea de su propia identidad, sólo sabemos lo que hace.

En esta introducción el escritor nos quiere presentar todos los personajes e inmortalizar sus actos e identidades. El Faraón se desconoce, hasta el día de hoy comentaristas debaten si él era Seti I o Ramsés II. Nunca lo sabremos, pero sabemos que de la valentía de Sifra y Fua.

Sifra y Fua eran dos parteras lo cual no era la más particularmente gloriosa profesión en el antiguo Cercano Oriente. Casi 3.300 años después seguimos contando su historia y aun no tenemos idea de quién era ese el faraón con certeza.

Faraón, que lucha para construir grandes ciudades para su tesoro y fama, permanece incógnito para la eternidad, mientras que los nombres Sifra y Fua se cantan a través de las siglos.

Metido en este pasaje reside el secreto de estas parteras sin rostro y sin nombre. «Porque las parteras temieron a Dios, él les dio las familias.» (Éxodo 1:21) ¡Qué historia reveladora! Las mujeres que no tenían nombre ni futuro están siempre en la memoria de Dios y el les otorgo familias. El no tener hijos se consideraba el fin de tu apellido, el fin de tu familia, y el fin de tu linaje. Estas mujeres desechadas por la sociedad fueron relegadas a ayudar a otras mujeres a tener hijos, pero nunca tener sus propios.

Dios rescata milagrosamente tanto los hijos de Israel y las parteras. Llegan a ver a sus hijos en la tierra de los vivientes y se alegran.(Salmo27:13) Es el temor del Señor, que asegura el nombre de estas mujeres para siempre. Pablo habla de este miedo, «Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre» (Fil 2: 9) cuando habla de Jesús que escogió temer a Dios y obedecer. Es la obediencia de Cristo, que garantiza que nunca seremos olvidados.

El salmista habla de este único y verdadero héroe:

Sal. 22:22

Yo publicaré tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré:
23 Los que temen al Señor, alábenlo!
Todo lo que la descendencia de Jacob, glorifique,
y de pie en el temor de él, todo lo que los hijos de Israel!