Fortalece a los Hermanos

… Aarón y Hur sostenían las manos [Moisés], uno de un lado, y el otro en el otro lado. Así que en sus manos firmeza … Éxodo 17: 12b

Lea Éxodo 17:8-16

¿Cómo te recargas? Después de un largo día o semana de trabajo, ¿cómo repones fuerzas? ¿Recargas rodeado de gente? O recargas tomando un cafe a solas? Ambas prácticas nos recargan. Uno consiste en la disciplina espiritual de comunidad y la otra soledad. Ambas prácticas nos recuerdan el pronunciamiento de Dios: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gén. 2:18).

Fuimos hechos para la comunión. El propósito de comunidad es para alimentarnos espiritualmente, emocionalmente y socialmente. Dios diseñó el reunirse de su pueblo el domingo para que no tengamos que viajar esta vida espiritual solos. Un día intencional de descanso sólo es descanso cuando es adoración.

Moisés y el pueblo de Israel ahora están residiendo en el desierto de Sinaí. Un desierto es un lugar de soledad. Es un lugar carente incluso de los elementos básicos para sustento. El desierto y la soledad nos recuerdan que necesitamos más que nosotros mismos para vivir y prosperar.

Moisés e Israel se enfrentan con el enemigo implacable de Amalec. Israel intenta luchar en su fuerza. Hasta en los mejores instantes, sus esfuerzos son luchas débiles. La manera de sobrevivir es reconocer que no tenemos que hacer frente a las luchas solo. Dios instruye a Moisés a levantar sus manos. Manos levantadas muestran que venimos con las manos vacías en señal de rendición. Es un símbolo internacionalmente reconocido de rendición. Dios rodea a Moisés con ayudantes capaces como Aaron, Hur, Miriam, y Jetro sólo por mencionar algunos.

Cuando las manos de Moisés se debilitan, Aarón y Josué lo fortalecen. Es en la debilidad cuando viene el Consolador. Es en la debilidad que recibimos al Consolador. Fuimos hechos para la comunidad. Estamos hechos para Pentecostés. Como el escritor de himnos William Booth dijo, «Haz nuestros corazones débiles fuertes y valientes, Manda el fuego!»

Hoy ora:

Padre, te doy gracias porque tu Hijo enfrentó la última soledad en el desierto de la Cruz para que yo pudiera ser llevado a la comunión y ser fortalecido. Gracias por el don de tu Iglesia y que yo no tengo que viajar solo por este mundo. Gracias por el don de tu Espíritu que me ayuda en mi debilidad. «Quiero vivir en comunidad que refleje el amor, la esencia de la comunión. Que esto refleje Tú propia naturaleza como Trinidad: Amor.

Amén